La dualidad es un concepto que engloba dos principios antagónicos pero coexistentes y eternamente enlazados, tales como el bien y el mal, el día y la noche, el blanco y el negro, como es arriba es abajo, vida y muerte, iniciados y profanos, el mundo de afuera y el yo de adentro; por mencionar solo algunas de muchas dualidades.
Estos pares de conceptos opuestos pero complementarios son más que solo antónimos, pues el concepto de dualidad va más allá de la semántica al simbolizar polos de una misma realidad o fenómeno. Esta dinámica de polaridad implica que los opuestos están en constante interacción y cambio, y que la realidad es más fluida y compleja de lo que sugiere una simple dicotomía del lenguaje.
Es muy probable que las dualidades mencionadas anteriormente nos resuenen y nos hagan sentido porque están arraigadas en nuestras observaciones cotidianas y experiencias personales, y no solo conforman nuestra comprensión más básica del mundo, sino que nos ayudan a navegar por la complejidad de la existencia, pues entendemos las cosas por su contraste, por su separación de lo demás. Como dijo Lao-Tse en el capítulo 2 del Tao Te Ching:
Al nombrar algo como bello,
el resto se vuelve feo.
Al nombrar algo como bueno,
el resto se vuelve malo.El ser y el no-ser se crean mutuamente.
Lo difícil y lo fácil se complementan.
Lo largo y lo corto se definen mutuamente.
Lo alto y lo bajo dependen uno de otro.
El antes y el después se siguen uno a otro.Por ello, el Maestro
actúa sin hacer
y enseña sin decir.
Las cosas surgen y él deja que vengan;
las cosas desaparecen y él deja que partan.
El Maestro tiene, pero no posee;
actúa, mas no espera.
Cuando su obra termina, la olvida;
y por eso dura para siempre.
El Tao Te Ching es un texto ancestral, con más de 2000 años de antigüedad, y ya desde entonces se escribía sobre la dualidad observada en el mundo que nos rodea. Sin embargo, a lo que se refiere el Maestro Lao-Tse no es a la realidad aparente de la dualidad, sino a la ilusión que genera.
Para expandir este punto, introduzcamos primero el concepto de “metadualidad”, es decir, la dualidad de la dualidad misma, que viene siendo la no-dualidad. El prefijo meta- se usa para describir algo que se referencia a sí mismo. Ahora, si la dualidad se limita a dos conceptos que son opuestos, entonces podemos intuir que la no-dualidad abarca todo un espectro de múltiples conceptos que son parte de un todo. Esto es similar a la diferencia entre la escala a blanco y negro y la escala de grises, donde los valores de ésta última son solo combinaciones de los de la primera, completándose.
Lao-Tse usa el verbo “nombrar” porque el lenguaje es la herramienta más poderosa del universo conocido: le permite a una bola de materia, como el cerebro, identificar objetos en una realidad sin forma ni significado, perceptible solo gracias a los sentidos de los organismos vivos. Y como la condición natural del lenguaje es categorizar y ponerle significantes a los significados, evolucionamos para discriminar objetos unos de otros. Por eso, cuando decimos que algo es bueno, implícitamente estamos diciendo que lo demás no lo es, que es malo, y viceversa. Si hay algo bello, entonces debe haber algo feo. Si existe la dualidad, entonces debe existir la no-dualidad. Si yo soy, entonces debe haber algo que no soy.
El taoísmo reconoce que la dualidad es observable y útil para procesar el mundo, pero también deja claro que es solo una ilusión del lenguaje y no un principio fundamental de la realidad. Incluso el concepto del “yo”, la idea de que somos algo separado del todo, es mero producto del lenguaje, porque al nombrar al ser, el resto se vuelve no-ser. Pero, ¿de dónde viene el oxígeno que respiramos? ¿Y qué respiran las plantas que comemos? Las millones y millones de células de nuestro cuerpo mueren y nuevas nacen periódicamente. Cada 7 o 10 años, casi todas las células del cuerpo han muerto y han sido reemplazadas por nuevas generaciones. Entonces, si la materia que me conforma en el presente no es la misma que me conformó en el pasado ni la será en el futuro, ¿sigo siendo yo? ¿O acaso no soy? Como dijo Carl Sagan en el documental Cosmos: un viaje personal:
Somos polvo de estrellas.
Es imposible escapar del lenguaje, y por lo tanto la dualidad es inevitable. Pero al nombrar algo como dual, el resto se vuelve no-dual. La no-dualidad es, entonces, el concepto que nos guía a reconocer que no hay ninguna separación entre nosotros y el mundo que nos rodea. Cada uno de nosotros somos parte de un todo, y el todo es parte de cada uno de nosotros.
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